jueves, 11 de diciembre de 2008

Los jovenes, como siempre, los culpables del exceso alcohol. Y los adultos¿simpre responsables?

En los últimos días se está hablando en diferentes medios de las consecuencias del llamado ­botellón, y digo llamado porque si todos los que ahora, entraditos en años, hacen memoria, esa palabra es una etiqueta para designar una consecuencia social de lo que todos hemos hecho alguna vez en nuestros días más gloriosos de nuestra pasada juventud.

No, no comencemos con demagogias, no es una lacra social. Ante nosotros se encuentra una de tantas consecuencias que nos ha generado la gestión económica en nuestro país, de todos y cada uno de los que se han dedicado a echar la soga al cuello los finales de mes, y mas a estas alturas de la crisis.

Antes de que me lo digan, me voy a adelantar. Otra cosa son los derivados del llamado botellón. Está claro que en la buena educación reside toda probabilidad de que estas dispares reuniones juveniles acaban de una manera o de otra. Hace unos días me hice eco de una
Mas bien me gustaría animarles a que sigan, pero variando el rumbo, hay que tener valor y atajar el problema, que es la poca cultura y educación de la mayoría de nosotros,los jóvenes, y avisar a esos padres que van de buenos educadores con los suyos, porque es muy sencillo dejarlos vagar por ahí y luego sin saber nada de ná, imponerles un castigo u otro.

Me apena que estemos siempre a ver a qué es lo que se le puede sacar tajada política o económicamente. Señores, que el botellón, no es ningún tubérculo en la sociedad. Puede hasta llegar a tomarse como una actividad juvenil más. Si no, ¿qué me dicen cuando van por ahí con los amigos al campo y se llevan sus coca -colas y cervecitas, en esas neveras tan ortodoxas?
Ante todo cantidades adecuadas.

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